- ¿A qué te dedicás?
- A la fotografía, lisa y llanamente.
Pato Rivero es fotógrafo, claro. Pero generaliza sobre su profesión porque reniega de que lo vinculen con la fotografía de moda. A él le gusta sumergirse en esas posibilidades artísticas que le brinda la cámara. Aunque tiene clara su debilidad: no puede y -a veces- no sabe dar una respuesta negativa a los tentadores proyectos relacionados con el mundillo de las costuras, las piernas eternas y los dobladillos. Le gusta. Se nota en su outfit, porque empilcha con lo mejor. Para las fiestas elige a Pablo Ramírez y para algo menos formal se viste con Black Mamba o Fernando More, con quien está trabajando en este momento en la gráfica de la nueva colección del prometedor diseñador. Su experiencia en Nueva York, el valor de la indumentaria ante las cámaras y sus recuerdos de Tucumán son algunos de los temas que este coprovinciano se anima a contar antes de subirse al avión para asistir a una muestra internacional, que lo tiene como uno de los protagonistas.
- ¿Qué te enganchó de la fotografía?
- Es una forma más de expresión, que terminó siendo un trabajo.
- ¿Cuándo decidiste partir de Tucumán?
- Me fui en el 2000. Primero a México, a buscar el "no se qué". Luego regresé a Argentina, pero me quedé en Buenos Aires. En Tucumán sentía que no tenía muchas posibilidades a nivel trabajo. Y me animé a la fotografía cuando hice de asistente de mi cuñada (es fotógrafa). Primero hice cursos cortos, y luego me metí en la Escuela de Fotografía Creativa de Andy Goldstein.
- ¿Cuáles fueron tus primeros trabajos
- Fui a un desfile de Martín Churba a hacer fotos de una DJ. Como no había buena luz, me copé con el desfile. Luego coincidí con Churba en el mismo restaurante, me acerqué y le mostré lo que hice. Automáticamente le gustó y hasta publicó mis fotos en la revista "90+10". A partir de ese momento compartimos campañas y hasta nos hicimos amigos. Después pesqué unos trabajos para Canal 9, Sony Music, colaboraciones para la revista LN e hice retratos de Julieta Ortega, por ejemplo. También participé de una producción fotográfica especial sobre la delegación de modelos y diseñadores argentinos (como María Pryor o Pablo Ramírez) que viajaban en 2010 al Fashion Week de Nueva York.
- ¿De qué se trata tu exposición en NY?
- Es una serie nueva, que se llama "Apacheta de leyendas". La temática se basa en cuentos populares del norte; esas historias que te cuentan tus abuelos o padres, como el Coquena, el duende, las brujas, entre otros. Para este trabajo me ayudaron dos diseñadores tucumanos, Lorena Sosa y Gonzalo Villamax, y Guido Guerrero, que me colaboró con la producción. Se usaron géneros y actores de mi provincia.
- ¿Cómo fuiste seleccionado?
- Es una muestra mundial, que se realizará también en París pero con otros artistas. No te miento si te digo que la selección se hizo entre casi 750.000 participantes. A mí me sirvió como un testeo, porque a este laburo todavía no lo terminé. Sólo envié tres fotografías.
- ¿Cuál fue el trabajo que más te copó hacer?
- Me gustó mucho una coproducción que hice con Mauro Bernardini (es arquitecto y diseñador) Se llamaba Chevalier, y reflejaba una investigación sobre sexualidad de los hombres y cómo los tienta vestirse con cosas femeninas. Sobre esa incomodidad y gracia de ponernos cosas de mujer. Fue muy gratificante, pero no se publicó.
- ¿Cuál es el equipo ideal para trabajar en una campaña fotográfica?
- En Buenos Aires se trabaja muchísimo con estilistas. Yo no uso estilistas, pero porque tengo la idea clara de lo que quiero. Por eso mi equipo está integrado por maquilladora, peinadora y alguien de producción que se encargue de lo escenográfico. Ellos pueden alimentar mi trabajo y hacer un buen aporte.
- ¿Qué opinás de los que dicen que la fotografía de moda es sólo para mostrar la ropa?
- Creo que es primordial mostrar la ropa, sobre todo en aquellos que tienen como una identidad muy marcada. No me gusta que no se vea la indumentaria; yo le doy mucho valor al diseño.
- ¿Qué te aporta Tucumán hoy?
- Este año viajé más de lo que normalmente lo hago. Pero en general voy una o dos veces al año. Lo que me pasa es -como te dije antes- que cuando estoy ahí quiero irme rápido, porque vuelvo a sentir eso que me impulsó a irme. Veo que hay mucha gente con talento, mucho más que yo, y que por ahí no tienen posibilidades. Es injusto. De todas formas eso me permite valorar lo que tengo y sentir que soy un privilegiado. Igual siempre quiero volver. Hoy (por el 9 de julio) es un buen día para estar en Tucumán.